Ya no me queda nada, salvo las lágrimas. Ese es el peligro de convertir a alguien en tu todo. Que cuando se va, se lo lleva todo con él. Bueno, no todo. Lo malo te lo deja a ti. El dolor, el sufrimiento, las lágrimas. Eso te lo deja para que lo saborees bien. Que en tu corazón la palabra amor sea sinónimo de sufrimiento. Quedarte sin nada bueno, quedarte sin ganas de nada, sin ganas de seguir adelante. Y luego de haberlo llorado todo, tener los recuerdos que empiezan a surgir de la oscuridad. Esos recuerdos que no te van a dejar olvidar, que van a traer de vuelta las lágrimas, esas que pensabas agotadas.
Para que después de todo eso, él regrese y te vuelva a enamorar con la misma facilidad. Y al final cuando él decida volver a marcharse, tú vuelvas a hundirte en la oscuridad.